Por Lucía de Mingo
25 de agosto de 2022¿Quién no se ha comido un Sandy del McDonald’s en verano? Pues bien, muchas personas han descubierto que son alérgicos a los cacahuetes con este simple gesto tan habitual en el periodo estival. Calambres abdominales, picazón en la boca, vómitos, dificultad para tragar o respirar, inflamación de la lengua… Aunque muchas personas alérgicas a determinados alimentos solo experimentan síntomas leves, otras se enfrentan a consecuencias que pueden poner en riesgo su vida.
Las alergias alimentarias más comunes se refieren a alimentos como los huevos, el pescado, la leche, los cacahuetes o el marisco. Por ello, los investigadores pusieron en marcha un estudio en ratones con el que analizaron un compuesto bacteriano llamado butirato. Éste es producido por microbiomas sanos y se ha mostrado prometedor en ratones alérgicos al cacahuete. Los resultados de la investigación serán presentados en la reunión de otoño de la Sociedad Química Americana.
El microbioma
El microbioma es la comunidad de microorganismos (como hongos, bacterias y virus) que, en este caso, se encuentran en el intestino. Algunas de las bacterias del microbioma intestinal producen metabolitos, como el butirato, que fomentan el crecimiento de bacterias beneficiosas y mantienen el revestimiento del intestino. Si el microbioma de una persona no es saludable y carece de estas bacterias productoras de butirato, los fragmentos de alimentos parcialmente digeridos pueden salir del intestino y producir una reacción inmunitaria que dé lugar a una respuesta alérgica.
Una forma de tratar a los alérgicos sería proporcionarles los microorganismos que les faltan por vía oral o con un trasplante fecal, pero eso no ha funcionado bien en la clínica, según Jeffrey Hubbell, uno de los investigadores principales del proyecto. "Así que pensamos, ¿por qué no suministramos los metabolitos, como el butirato, que produce un microbioma sano?".
El lado negativo es el mal olor y sabor de éste y que, aunque accediesen a ingerirlo, se digeriría antes de llegar a su destino final y no tendría el efecto esperado en el paciente.
Por ello, para superar estas dificultades, los investigadores diseñaron un nuevo sistema de administración que ocultaba tanto el olor como el sabor desagradable del compuesto. Éste consistió en administrar las micelas poliméricas, fruto del proceso que siguieron para mejorar el sabor y el olor del butirato, a los sistemas digestivos de los ratones que carecían de bacterias intestinales sanas o de un revestimiento intestinal que funcionara correctamente.
Este tratamiento restableció la barrera protectora del intestino y el microbioma, en parte por el aumento de la producción de péptidos que eliminan las bacterias dañinas, lo que dejó espacio para las bacterias productoras de butirato. La dosificación de las micelas a ratones alérgicos evitó una respuesta anafiláctica potencialmente mortal cuando se les expuso a los cacahuetes.
Los investigadores señalan que esta terapia no es específica para un antígeno. Por ello, consideran que se podría aplicar a cualquier alergia alimentaria mediante la modulación de la salud intestinal. El equipo también está investigando su administración por vía inyectable.