Por Lucía de Mingo
13 de febrero de 2023¿Quién no ha ido a hacerse una analítica rutinaria y le ha salido algún valor más alto o bajo de lo “normal”? En muchas ocasiones ese valor corresponde al del colesterol, el indicador por excelencia de que algo está pasando en nuestro sistema cardiovascular.
Pero, ¿qué es el colesterol? Es una sustancia necesaria para la vida y, a pesar de que la propia palabra tenga asociadas connotaciones negativas, constituye un elemento necesario para la formación de las membranas de nuestras células, la regulación de la tensión arterial o la construcción neuronal.
Al recibir los resultados de nuestra analítica podemos comprobar diferentes valores relacionados con esta sustancia: colesterol total, LDL y HDL. Pocos conocen que el colesterol es el mismo, lo único que los diferencia es el modo en el que cada uno se trasporta por nuestros vasos sanguíneos.
El colesterol LDL, conocido como “colesterol malo”, viaja del hígado a los distintos órganos en los que repara las membranas de las células y fabrica hormonas vitales. En este trascurso deja pequeños depósitos de colesterol en el endotelio, la pared que recubre el interior de las arterias. Por ello, cuanto más LDL hay en la sangre más se deposita en las arterias, de ahí que sea considerado el colesterol malo.
Aquí entra en juego el papel del “colesterol bueno”, el HDL, que recoge estos depósitos de colesterol malo y lo retorna al hígado para que sea reciclado o eliminado.
Nuestro organismo se encarga de fabricarlo sobre todo en el hígado, solo en torno al 20% proviene de los alimentos que ingerimos. Por ello, no influye tanto el qué comemos como el cómo vivimos, es decir, nuestro estilo de vida.
El temido colesterol alto
La frase “tienes el colesterol alto” reina
en las declaraciones de los médicos tras solicitar un, aparentemente,
inofensivo análisis de sangre. Una vez detectada la hipercolesterolemia, es
importante reducir la ingesta de grasas saturadas si tenemos sobrepeso u
obesidad.
Adelgazar permitirá una mejor gestión del colesterol. Varios estudios han demostrado que cuanto mayor es el Índice de Masa Corporal (IMC), menos colesterol “del bueno” tenemos y más triglicéridos, principales constituyentes de nuestra grasa corporal. Por ello, es recomendable alcanzar un IMC inferior a 25.