Por Sergio Díaz
20 de septiembre de 2024El número de casos de ictus está aumentando en los últimos años a nivel mundial, y tres factores principales están detrás de este incremento. La contaminación del aire, las altas temperaturas y problemas de salud como la obesidad y la hipertensión. Un estudio publicado en The Lancet Neurology señala que estos elementos están relacionados con el 84% de los ictus, lo que significa que muchos de estos casos podrían evitarse.
La investigación, realizada por científicos de la Universidad Tecnológica de Auckland, recopiló datos desde 1990 hasta 2021 y forma parte del Estudio de la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo (GBD). Este estudio estima que cada año se registran en el mundo 12 millones de nuevos casos de ictus, y más de siete millones de personas mueren por esta causa. Además, desde 1990, los casos han aumentado un 70%, las muertes un 44% y las secuelas en la salud un 32%.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es el papel que juegan las altas temperaturas. Desde 1990, los ictus causados por cambios climáticos drásticos han aumentado un 72%. A esto se suma el efecto de la contaminación del aire por partículas en suspensión que ha demostrado estar vinculada con la hemorragia subaracnoidea, un tipo de ictus mortal. Según los datos, la contaminación atmosférica es responsable del 14% de las muertes y discapacidades por este tipo de hemorragia cerebral. "Es comparable al impacto del tabaquismo", señala Valery L. Feigin, investigador de la Universidad Tecnológica de Auckland y autor principal del estudio. Feigin añade que el crecimiento acelerado de los casos demuestra que "las estrategias de prevención actuales no están siendo eficaces".
El estudio también revela una desigualdad en la incidencia de ictus entre países con distintos niveles de ingresos. En regiones de bajos y medianos ingresos, como Asia Central, Asia Oriental y África subsahariana, las tasas de sufrir un accidente cerebrovascular son hasta diez veces mayores que en los países con ingresos más altos. Estas regiones, además, tienen los índices más altos de ictus hemorrágicos, que son los más letales, debido a una presión arterial mal controlada. "El acceso a tratamientos preventivos y servicios de salud es limitado en estos países, lo que agrava el problema", advierte Feigin. En contraste, países como Nueva Zelanda, Canadá y Australia presentan las tasas más bajas, gracias a políticas de salud pública más efectivas, como las restricciones sobre el tabaquismo y las medidas para mejorar la calidad del aire.
Catherine O. Johnson, coautora del estudio e investigadora del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud, destaca la urgencia de implementar medidas globales inmediatas. "Es esencial abordar problemas como la obesidad, los síndromes metabólicos y el control de la hipertensión", afirma Johnson. Aunque algunos países han logrado avances, gracias a la reducción de factores de riesgo como las dietas ricas en carne procesada y el tabaquismo, Johnson subraya que se debe intensificar la lucha, especialmente en los países más pobres. "Todavía hay mucho que hacer para prevenir los ictus y salvar millones de vidas", concluye.
En definitiva, los expertos aseguran que con la mayoría de los factores de riesgo siendo prevenibles, la clave para frenar el avance del ictus está en reforzar las medidas de prevención y mejorar el acceso a la salud, especialmente en los países más vulnerables.