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Baja autoestima y redes sociales: caldo de cultivo de la vigorexia adolescente

Cada vez más jóvenes se obsesionan con tener un cuerpo perfecto y cambian sus hábitos de vida

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Baja autoestima y redes sociales: caldo de cultivo de la vigorexia adolescente

Por Celia Albizu

8 de noviembre de 2022

En pleno siglo XXI, los cánones de belleza masculinos de los adolescentes siguen siendo los más clásicos: los músculos de Adonis. Este tipo de cuerpo musculado se ha convertido en la meta de muchos jóvenes varones, pero también en la tortura de muchos otros, dando nombre así al “síndrome de Adonis”, médicamente conocido como dismorfia muscular o vigorexia. 

Este trastorno se caracteriza por una preocupación excesiva hacia la idea de no tener un cuerpo suficientemente musculoso, algo que ha empezado a afectar a jóvenes de edades cada vez más tempranas. 

Al igual que otros trastornos relacionados con la conducta alimentaria (TCA), esta preocupación excesiva se ha convertido en una vía de escape ante las inseguridades o la baja autoestima, que se intenta reforzar con el excesivo cuidado del cuerpo a través del deporte y que normalmente va asociado a una dieta desproporcionada e hiperproteica. 

Desde hace ya tiempo, las redes sociales se inundan de fotos y vídeos de hombres musculados y muchas de las miradas que acaparan estos contenidos son las de los más vulnerables: los adolescentes. Y algunos de ellos, con el objetivo de alcanzar ese cuerpo perfecto, han cambiado su vida, que ha empezado a girar en torno al gimnasio: sus planes, su dieta, sus amigos, sus conversaciones… “Este es el momento en el que se considera patología, cuando el paciente está enganchado a su droga y cambia su proyecto de vida”, explica Manuel Faraco Favieres, psiquiatra y director médico del centro Adalmed, especialista en TCA.

El psiquiatra destaca que este trastorno es más difícil de controlar ahora que nunca para los padres. “Los niños son imposibles de dominar, un niño puede estar encerrado en su cuarto viendo lo que quiera online”. Y, aunque sea complicado, es importante tratar el trastorno a tiempo, pues no solo la mente se ve afectada, sino que el cuerpo de los pequeños también sufre las consecuencias de una dieta insana, la adicción al deporte y, en ocasiones, el uso de anabolizantes. Estos daños van desde algunos más leves, como problemas renales y hepáticos, hasta “desastres como infartos e incluso la muerte”. 

Aunque la línea que separa la afición de un joven de ir al gimnasio y la de padecer el trastorno es muy fina, los padres de estos niños, y de cada vez más niñas, deben prestar atención a la información que da el entorno del joven y valorar la situación. Como señala el director del centro Adalmed, es importante ser rápido en llevar al adolescente al centro especializado si se piensa que puede estar desarrollando dismorfia muscular para que el experto evalúe el caso. Además, el psiquiatra recuerda que los padres están en su derecho de llevar al menor quiera o no quiera colaborar.

Tratamiento 

La vigorexia sí se cura: con una buena terapia y en cuestión de años. El doctor Manuel Faraco explica que este tratamiento sigue varias fases, aunque estas no están totalmente diferenciadas. Lo primero es la consideración de su adicción y tratar de alejar el mundo emocional del adictivo, desconectando al joven de su droga: el exceso de actividad física, el espejo, el cuerpo, etc. En el momento en el que el paciente está más estable, se busca trabajar sobre su autoestima, sus relaciones sociales y proyectos de vida. En estos casos se hace necesaria una psicoeducación muy grande del entorno del joven. Además, se recomienda un seguimiento hasta que este tenga sus propias herramientas, ya que se pueden sufrir recaídas cuando el paciente presencia cambios en su vida, tanto malos como buenos.

Además, el tratamiento sigue terapias individuales, pero también grupales, las cuales dan muy buenos resultados en este tipo de trastornos. Bien es cierto que siempre hay que tener en cuenta la personalidad del joven y si su enfermedad se acompaña de otros diagnósticos como cuadros de depresión o trastornos de personalidad. 

La combinación de la vulnerabilidad de algunos jóvenes y la presión creciente de una sociedad que implanta metas falsas con unas redes sociales llenas de filtros está causando un aumento de este trastorno en los adolescentes. Y esto podría reducirse si, como subraya Manuel Faraco, además de trabajar la autoestima de las personas que son más vulnerables, se llevase a cabo una prevención basada en la educación social. Sobre todo, a los más influyentes, tratando de conseguir que ofrezcan contenidos menos agresivos, “modulando la radicalidad de los lenguajes”, ya que muchas veces conforman el factor principal de que los jóvenes más vulnerables “caigan en los trastornos de la conducta alimentaria, incluida la vigorexia”. 



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