Por Lucía de Mingo
28 de abril de 2022Los casos de sarampión han aumentado un 79% respecto a 2021, según advierten la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF. ¿La razón? La pandemia ha paralizado el mundo y millones de niños, sobre todo en países subdesarrollados, se han quedado desprotegidos. En 2020, 23 millones de niños no pudieron recibir las vacunas infantiles básicas, la cifra más elevada desde 2009, informan desde UNICEF.
Esta enfermedad es potencialmente peligrosa en la población infantil. Afecta a los pulmones y a las vías respiratorias y, aunque sus síntomas suelen empezar con una fiebre alta, estos pueden llegar a causar neumonías, daños cerebrales permanentes, sordera y hasta la muerte.
“El sarampión es más que una enfermedad peligrosa y potencialmente mortal. También es un primer indicio de que existen lagunas en nuestra cobertura mundial de la inmunización, lagunas que ponen en grave peligro a los niños vulnerables”, señala Catherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF.
A menos protección, más transmisión
El sarampión es elevadamente contagioso. Se puede contagiar cuando la persona
infectada tose, estornuda o simplemente respira. Al ser causada por un virus, su
capacidad de diseminación es alta. De hecho, la mayoría de las personas que
se infectan con el virus pueden no presentar síntomas hasta que pasen 10 o 14
días.
Aunque no existe un tratamiento que acabe con la enfermedad las vacunas sí que pueden prevenir su aparición. Es esencial que los niños sigan el calendario de vacunación. Actualmente estos pinchazos, que tan poco gustan y que tantas lágrimas provocan, previenen la enfermedad. En concreto la vacuna triple vírica, contra el sarampión, las paperas y la rubeola y la cuádruple vírica, que añade la varicela. Estas se administran entre los 12 y 15 meses y se refuerzan entre los cuatro y los seis años.
Por ello, es muy importante que los más pequeños sigan accediendo a las vacunas tanto en países desarrollados como en subdesarrollados. No se nos puede olvidar que las vacunas por sí solas no funcionan. Solo a través de una buena política sanitaria global de vacunación se podrán prevenir enfermedades y lo más importante, salvar vidas.