Por Medicina Responsable
22 de junio de 2024Es frecuente en el teatro, en la ópera y en los conciertos, que al finalizar, si la representación y la interpretación ha sido del agrado del público, la mayoría se ponga en pie a la hora de aplaudir para demostrar que es algo más que un aplauso de cortesía. Pero esa liturgia es bastante más rara en los actos de ámbito académico o cultural. En una exposición de pintura, en una conferencia, en una entrega de premios, incluso en actos de homenaje, suenan los aplausos como liturgia cortés y habitual, pero resulta algo insólito y excepcional que los presentes se pongan en pie para proyectar su admiración firme y encendida.
Y esa inusual reacción se produjo en la entrega de los “Premios Latido”, cuando recogió el suyo Javier García Pajares, de manos de su esposa, acompañada de su hijo. Todos los premiados son protagonistas de vidas admirables y de méritos indudables, pero la lucha de una persona -sorda y ciega desde los 15 años- para integrarse en el mundo de los que oyen y ven, es una epopeya, que comienza con el rechazo de los compañeros de aula en la escuela, y transcurre en una lucha constante para lograr la inclusión, estudiando una carrera universitaria, comunicándose con los demás a través del leguaje del tacto, y formando una familia, fundada en el amor, que ha cristalizado en un hijo de unos padres ejemplares.
Como metáfora de esa sorprendente inclusión, Javier ha escalado las cumbres de las montañas más altas del planeta, después de haber subido el Himalaya de la Discapacidad. Ha sido acompañado de alpinistas que sí ven las paredes verticales y escuchan el sobrecogedor rumor que tiene el más leve viento a miles de metros de altura. Y todos los que estuvimos allí nos sentimos pequeños ante este gigante. Y no tuvimos más remedio que rendir homenaje a quien está dando una lección de superación tan singular, y nos pusimos en pie, aunque ya sabíamos que no podremos alcanzar nunca las cimas de la superación que ha logrado Javier.