El olvidado héroe de la Covid

Fang Bin no era periodista. Era, y es, un ciudadano de Wuhan que se dedicaba al comercio minorista, como otras tantas docenas de ciudadanos. Pero observaba lo que sucedía a su alrededor, desde diciembre de 2019, y comenzó a grabar vídeos estremecedores, donde se contemplaba la espantosa situación de los hospitales, la desesperación de los familiares y las bolsas para envolver cadáveres amontonadas en una camioneta. Sus grabaciones contradecían la información que proporcionaba el Gobierno de China, y aceleraron a admitir una situación que oficialmente se tuvo que reconocer, ante los vídeos aportados al mundo por Fang Bin. Esos vídeos del vendedor minorista, difundidos por las redes digitales en las primeras semanas de enero, fueron claves para que Occidente acelerara los procesos de defensa ante lo que podía convertirse en una pandemia y, desgraciadamente, en ello se transformó.

El Gobierno chino, ante la evidencia de esas grabaciones, llevó a cabo dos acciones: reconocer la gravedad de la situación, y encarcelar al vendedor transformado en periodista. Fan Bing salvó miles de vida, sin saberlo, aunque probablemente, lo que sí supiera  fuese lo que le podía ocurrir en un régimen totalitario como China.

Dicen que en la cárcel perdió peso y enfermó. Le han puesto en libertad. No lo busquen. Será difícil encontrarlo y, si alguien lo encuentra, no creo que tenga ánimos para hacer ningún tipo de declaración. Tampoco creo que reciba ningún reconocimiento de una sociedad, donde los héroes, los valientes y los arriesgados, son una espantosa minoría, y no es de extrañar, si observamos el escaso reconocimiento que reciben. Pero aunque sea un modesto tributo, quisiéramos mostrar el agradecido reconocimiento a un ciudadano corriente, que no tuvo miedo al riesgo, y perdió tres años de su vida en la cárcel, mientras otros miles, gracias a él, evitaron que la pandemia fuera más extendida, más terrible, y les librara del peligro. 

 

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