Por Medicina Responsable
10 de julio de 2024Las transformaciones sociales no sólo afectan a nuestras relaciones, sino que influyen en nuestra salud mental.
Durante mucho tiempo, se estudió la melancolía que producía en los padres, la ausencia de los hijos en el hogar, por las inevitables razones de llegar a la edad adulta. Se le denominaba a esa situación “el nido vacío” una expresión que puede parecer lírica, pero era razonable, y que solía durar unos meses o un par de años.
Poco a poco, la situación ha cambiado tanto, que el problema es justo lo contrario: los hijos no se marchan nunca, y el nido está lleno hasta la edad en que los antaño cachorros han cumplido los 34 años… O más.
Está nueva situación ya no es excepcional y, lógicamente, ya se han realizado estudios sobre las consecuencias de este cambio de patrón.
El resultado es curioso. Parece, a primera vista, que la tristeza del “nido vacío” daría paso a la alegría del “nido lleno”. Todo lo contrario: la prórroga de la permanencia genera frustración en los padres. Y, lo que resulta más curioso: más intensa en las madres que en los padres. Las madres, por cierto, soportan peor al adulto macho que a la adulta hembra. Aquí, como en tantas facetas de la vida, la inclusión ordenada por los poderes políticos choca con la realidad.