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Medicina y política

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Medicina y política

Por Medicina Responsable

14 de noviembre de 2022

Desde siempre hemos escuchado, a nuestros políticos y a nuestros médicos, afirmar que en España disfrutábamos de la mejor Medicina del mundo. Puede que exageráramos, pero también sorprende que, a partir de la manifestación en la capital de España, parezca que en Madrid se tiene el peor sistema sanitario del mundo, otra exageración que desmienten los datos del propio ministerio de Sanidad.

Durante la pandemia, los médicos y el personal sanitario demostraron su entrega a la sociedad, de una manera tan brillante y profunda, que sólo tiene parangón con el que llevan a cabo los soldados y oficiales del Ejército o el ejemplo que, a menudo, nos proporcionan la Policía y la Guardia Civil. De la misma forma que soldados, policías y guardias civiles, sacrifican incluso la vida en aras del cumplimiento del deber, también médicos y personal sanitario, con una generosidad que nunca agradeceremos bastante, se arriesgaron, se contagiaron e incluso murieron por salvarnos la vida. Y, con una prudencia que les honra, nadie llamó asesinos a un ministerio de Sanidad y a un Gobierno que no quiso enterarse de la llegada de la pandemia, que actuó con retraso y hasta con imprudencia -“llevar mascarilla es una exageración”- hasta que arribó esa imagen espeluznante, donde un país del primer mundo enviaba a sus médicos y a sus enfermeros protegidos por el plástico de unas bolsas de basura, a luchar contra una pandemia peligrosísima. Y les aplaudimos. Y, también, nos cansamos enseguida. Y los problemas, que estaban presentes, continuaron y se agrandaron: sueldos bajos en comparación con otros países, retrasos excesivos en las consultas, dificultades para lograr una consulta, y, cuando llega, un profesional agobiado que tiene atestada la consulta, y no tiene tiempo ni de mirar a los ojos al paciente: o sea, deshumanización de la medicina, todo lo contrario de lo que pretenden “medicina responsable.com”.

Una puesta en marcha de centros de urgencia extra hospitalarios -puede que excesivamente rápida- ha provocado que las insatisfacciones acumuladas hayan cristalizado en una manifestación masiva en Madrid, que puede que haya asombrado tanto a los organizadores como a las autoridades sanitarias de Madrid. 

Hasta aquí, todo casi normal y explicable, hasta que ha entrado en juego la politización, y, de repente, los protagonistas y portavoces del malestar resulta que son políticos de extrema izquierda, azuzados incluso por la propia ministra de Sanidad o por el ministro de Presidencia que señalan a Madrid como una de las peores gestoras de la Sanidad, y mienten con un desparpajo impropio del cargo, y que no concuerdan con las cifras y porcentajes que ofrece el propio Gobierno y donde se constata que Madrid es la autonomía con más médicos por cada 100.000 habitantes y, junto con Navarra y el País Vasco, el lugar de España donde menos tiempo de espera hay para una consulta. 

A la inmensa mayoría de los médicos no les gusta meterse en política, y se acuerdan de ella sólo cuando sus necesidades no están cubiertas o no pueden llevar a cabo su profesión por carencias. Los políticos, en cambio, suelen intentar politizar la Medicina para que les ayude a sus intereses. Una médico que capitaneó la oposición a la construcción de un hospital en Madrid, necesario para luchar contra la pandemia -un caso único en la Unión Europea- resulta que capitanea también la protesta de Madrid. 

Y, esa extrañeza, es la que nos obliga a sospechar que ese entusiasmo por ayudar al personal sanitario en Madrid, y que no se produce en otras autonomías con mayores carencias, está emporcada por intereses políticos. 

Desde aquí, abogaremos siempre por los sueldos dignos y las condiciones de trabajo provistas de tiempo y de elementos materiales, pero no queremos ser cómplices de quienes dan vivas a la Medicina para ver si consiguen ser alcaldes de Madrid o hacerse con el gobierno autonómico. Nuestra larga experiencia en medios periodísticos nos ayudan a no caer en la burda trampa de la confusión. Porque si queremos humanizar la medicina debemos evitar a los políticos deshumanizados.



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