
Por Medicina Responsable
14 de noviembre de 2025Cuando, por cualquier circunstancia, un país es atacado por otro, y se inicia un periodo de guerra, las rivalidades políticas quedan automáticamente desplazadas, y todas las voluntades, de todos los partidos se unen en el objetivo común de defenderse del enemigo y ganar la guerra.
La guerra contra la enfermedad es una contienda que nunca termina y que, como todas las guerras, debería aunar las voluntades y los esfuerzos para ganar. Pero en este país de los muros ideológicos, de las soberanías separatistas, y de la preeminencia de la batalla política, por encima de cualquier otra circunstancia, comienza a normalizarse una guerra de la Sanidad, que no busca la salud de los enfermos, sino el triunfo político de relatos y denuncias, que nada tienen que ver con los objetivos fundamentales: la lucha por la salud.
La sospechosa discriminación sobre las autonomías según sean afines, o no, parece en ocasiones tan evidente que intranquiliza, y nos conduce a un panorama indigno, donde la labor admirable de médicos y enfermeros se ve ensuciada por las críticas interesadas, la manipulación de los datos, y el olvido de que el fin, en esta lucha, no es ganar las próximas elecciones, sino salvar el mayor número de vidas posibles y lograr la salud para todos los que podamos.
Es verdad que los gobiernos pueden ser de derechas o de izquierdas, y las autonomías, también, pero en esta lucha, en esta guerra diaria, el enfermo que vive en una autonomía de derechas, es tan importante como el que tiene su domicilio en otra de izquierdas, o separatista, y lo importante es su salud.
Y, los que se olvidan de ello, están desprestigiando a la Medicina y sus profesionales, causando un daño que, de seguir así, tardaremos años en restañarlo.
Un cáncer no es de derechas, ni de izquierdas. Y, el enfermo, tampoco, cualquiera que sea su domicilio.
Por favor, sean maduros y generosos, y extraigan el quiste de la política del cuerpo de la Sanidad.