Por Medicina Responsable
22 de diciembre de 2022Nadie ha logrado definir el espíritu de la Navidad. No son las luces, no es la familia, no son los regalos. Pueden ser las notas de un villancico, que sale de una trinchera y, al minuto, es coreado por la trinchera enemiga, como sucedió en la II Guerra Mundial. Tampoco el espíritu de la Navidad está en las felicitaciones, incluida esta. Pero hay un momento, donde algo se ilumina por dentro y nos produce una nostálgica dulzura, un instante en el que un latigazo que recorre la memoria y nos envuelve en el papel risueño de la alegría, o ese par de segundos de una evocación sin detalles que nos excita el ánimo, y ánimo, viene de ánima, que es el alma. Y por ahí, por los vericuetos inaprensibles del alma, permanece, medio dormido o retozón, ese espíritu de la Navidad con el que queremos unirnos a todos, sanos y enfermos, cuidadores y cuidados, para desearles ese inaprensible trance, ese indefinible destello interior que no es otro que el espíritu de la Navidad.