Por Julia Porras
18 de abril de 2022Con el fin de las mascarillas en interiores volveremos a vernos las caras. Y hay ganas y miedo a partes iguales. Un miedo que no está basado sólo en el temor a contagiarnos, sino a perder la seguridad que nos da tener la mitad del rostro escondido y a resultar menos atractivos.
Pero ¿realmente somos más guapos con mascarillas? La respuesta es sí. Esto tiene una explicación psicológica. Nuestro cerebro realiza de forma automática un mecanismo por el que rellena los huecos en figuras que no están completas con la información más simétrica que posee. Este curioso fenómeno se denomina terminación modal.
Este efecto está basado en las leyes de la Psicología de la Gestalt, por las que nuestro cerebro entiende aquello que ve de una forma lógica y coherente. En el caso de las mascarillas, el cerebro aplica la llamada “Ley de la buena forma”, que consiste en atribuir características positivas por detalles concretos. Es decir, el cerebro tiende a crear un rostro bello solo viendo los ojos por encima de la mascarilla.
“Como el cerebro solo ve una parte del rostro y al cerebro le “disgusta” todo aquello que le genera incertidumbre, y necesita entenderlo, rellena lo que falta para darle sentido, y lo hace con la información que tiene, con lo que conoce. Como tiene de referencia otros rostros, de manera inconsciente crea un rostro simétrico, midiendo la distancia entre ojos, cejas, etc. Imagina el resto y crea el concepto de un rostro generalmente bello, simétrico”, cuenta Elena Daprá, psicóloga sanitaria experta en Bienestar Psicológico.
“Todo desde el punto de vista occidental, donde lo simétrico se considera bello, porque todo cambia si vamos a Oriente o a otras culturas”, asegura Daprá.
Las mascarillas nos han "aguapado"
La cuestión es que nunca
pensamos, cuando nos pusimos las mascarillas, que esto ocurriría, pero lo que
al principio era una molestia, porque nos picaba la nariz, nos hacía sentir
raros y nos agobiaba, se ha convertido en un complemento que llevamos con tal
naturalidad que a veces ni siquiera nos damos cuenta. Y nos ha convertido a
todos en personas de rostro perfecto.
“La mente nunca queda en vacío, siempre rellena y completa lo que ve por pura supervivencia”, cuenta Daprá. Así que, como las mascarillas no nos han dejado ver los rostros completos, los hemos imaginado y hemos hecho más atractivos a nuestros compañeros de trabajo, a los cajeros del supermercado y a los desconocidos que nos hemos cruzado en el metro durante la pandemia.
Además hay otro efecto importante y es que las mascarillas han dirigido todas nuestras miradas a los ojos, que han pasado de ser “el espejo del alma, al reflejo de todas nuestras emociones durante la pandemia” afirma Daprá. Hemos tenido que hacer todo con los ojos, no solo mirar, hemos tenido que aprender a sonreír con ellos. Si antes tenían importancia, ahora se han convertido en los protagonistas absolutos de nuestro rostro semi tapado.
Por otro lado “hemos aprendido a interpretar otras señales, no solo las orales, si no que hemos conseguido interpretar señales más allá de las mascarillas”, dice Daprá.
Los adolescentes, un
caso aparte
El caso es que aunque en
general estamos deseando quitarnos las mascarillas hay un sector de la
población que no lo siente igual, son los adolescentes y es que en ellos se
está dando un fenómeno diferente porque “la situación de la pandemia no ha sido
una situación normal donde desarrollar habilidades sociales y eso les ha
afectado” dice Daprá. Muchos jóvenes en plena edad de explosión hormonal se sienten
“protegidos” no a nivel vírico, sino a nivel autoestima con las mascarillas en
la cara, porque con ellas “consiguen ocultar lo que ellos sienten que son sus
defectos o imperfecciones, las que alimentan sus inseguridades, como son los
granitos, el acné, las ortodoncias, los primero vellos faciales” dice Daprá. Prácticamente
ha sido “como si vivieran en Instagram donde “los filtros ocultan la realidad”,
explica Daprá.
Así que aunque vemos muchas veces a grupos de adolescentes sin mascarillas, en realidad solo lo hacen con su grupo de seguridad, con los amigos con los que se suelen reunir, porque quitárselas ahora les puede suponer un auténtico drama, “ahora tienen que mostrar a la persona que han sido con mascarilla pero sin ella. Con todos sus complejos y defectos. Sienten que tienen que mostrar todo lo que no es “bonito” para ellos sin la mascarilla y eso les va a costar”, dice Daprá.
Para muchos adolescentes, la mascarilla era como “el antifaz para el super héroe. Con ella podían ser otra persona, más segura porque no mostraban sus “fallos” pero ahora tienen que seguir siendo esa personita segura sin la mascarilla. Se tienen que relacionar y por eso los problemas de autoestima preexistentes se van a acentuar”, confirma Daprá.