Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
25 de junio de 2025Un espía traga cianuro y en segundos su cuerpo colapsa; un buzo se adentra en las profundidades y cuando trata de alcanzar la superficie su cerebro empieza a traicionarle o un héroe con el pulmón colapsado recibe un “pinchazo salvador”. Estas escenas no son solo ficción: son lecciones de fisiología disfrazadas de acción. Desde hace mucho tiempo los guionistas saben que la medicina es uno de los mejores aliados para crear escenas vertiginosas. Pero, ¿cuánto hay de cierto?
Para responder a esta pregunta nos ponemos la bata y desmenuzamos tres de las escenas más impactantes de la octava entrega de “Misión posible”.
El cianuro es un invitado habitual en las películas de espías ya que actúa como un “apagador de luces” para nuestras células al inhibir la respiración celular. Lo hace tras unirse al hierro de una enzima llamada citocromo oxidasa, lo cual bloquea el consumo de oxígeno de las células. Su efecto oscila entre el dolor de cabeza y la debilidad, pasando por la confusión, las náuseas, la taquicardia y el coma, pudiendo ser la antesala de la muerte en cuestión de pocos minutos.
En una de las primeras escenas Ethan Hunt se ve forzado a ingerir una cápsula de cianuro oculta en un diente. La secuencia está filmada con gran tensión: tras romper la cápsula, el agente comienza a mostrar signos inmediatos de intoxicación, como dificultad para respirar, convulsiones y pérdida rápida de la conciencia, transmitiendo al espectador la letalidad del veneno.
Subir rápido desde las profundidades marinas puede ser mortal, ya que favorece la formación de burbujas de aire en el torrente sanguíneo. Este efecto lo conocen perfectamente los buzos y, por supuesto, los guionistas de “Misión imposible”, porque durante la inmersión al submarino Sebastopol el protagonista experimenta un síndrome neurológico de alta presión, más conocido por sus siglas anglosajonas: SNAP.
Se trata de un trastorno causado por la presión hidrostática extrema. Este síndrome, documentado a profundidades de más de 120 metros, se manifiesta con temblores, náuseas, vómitos, alteraciones de los reflejos musculares y deterioro a nivel cognitivo. En casos graves puede llegar a provocar convulsiones e, incluso, un cuadro psicótico.
El rescate de Hunt mediante una cámara de descompresión improvisada aborda la necesidad médica de reducir la presión gradualmente para evitar embolias.
Uno de los inseparables compañeros de Hunt sufre un cuadro clínico conocido como pulmón no expansible, una condición médica donde el pulmón no contacta con la pared torácica por restricción pleural. Para evitar el colapso circulatorio y con él la muerte, uno de los personajes realiza un neumotórax terapéutico, un procedimiento que consiste en la inserción de aire en el espacio pleural que alivia la presión negativa e impide la expansión. En la vida real, esto solo lo hace un médico experimentado y con un equipo esterilizado, ya que un error podría tener serias consecuencias para la vida. ¡Pero en manos de un agente secreto... todo vale!
A lo largo de la historia del cine la medicina ha sido una compañera silenciosa pero fundamental de las grandes historias de acción. Más allá de las batas blancas y los quirófanos, la ciencia médica se cuela en las tramas para darles realismo, tensión y profundidad emocional.
Quizá no lo notamos a primera vista, pero cada vez que un héroe se enfrenta a venenos letales, sobrevive a heridas imposibles o desafía los límites de la fisiología humana, estamos presenciando una lección de medicina en movimiento. Y es que el cine no solo entretiene; también educa, despierta preguntas y nos invita a reflexionar sobre el cuerpo, la mente y la fragilidad de la vida.
En definitiva, la medicina acompaña al cine mucho más de lo que imaginamos, regalándonos lecciones sobre el cuerpo humano, la ética, la empatía y el coraje ante la adversidad. Ya sea en una sala de emergencias o en un submarino a punto de explotar, cada escena médica en el cine es una oportunidad para descubrir, entender y admirar la complejidad de la vida. De esta forma, la pantalla grande se convierte en un aula inesperada, donde aprender sobre salud puede ser tan apasionante como cualquier misión imposible.