Humanizamos la medicina

Me contó Iñaki Gabilondo que, un día, por los pasillos de un hospital, se cruzó con dos cirujanos, y uno le decía al otro: “Tenías que haber visto el riñón que extirpamos ayer”. Naturalmente el riñón pertenecía a una persona, porque los riñones no se dan de alta en Registro Civil, ni tienen obligaciones, ni derechos. Los periodistas también nos deshumanizamos, y un jefe de la sección de sucesos puede quejarse, hacia el final de la jornada, de que no ha habido ni siquiera un asesinato. 

Cualquier profesional, por excelente que sea, puede olvidar que lo importante es el enfermo, el lector, el cliente, es decir, las personas. Y nos sucede muy a menudo. 

A mi edad, me siento juvenilmente entusiasmado con este proyecto de Medicina Responsable, con aportar un empujoncito, por leve que sea, para humanizar la Medicina, para que ni los laboratorios, ni los médicos, ni los arquitectos que diseñan hospitales, ni los empresarios que fabrican productos ortopédicos o de alta tecnología, se olviden de que, al final del proceso, no hay un estómago, ni una pierna amputada, ni unos ojos que ven mal, sino una persona, un ser humano. Y mostraremos nuestra admiración por quienes investigan, curan, sanan y ayudan a que vivamos más y mejor. Pero tampoco nos olvidaremos de apuntar, criticar o señalar aquellas actitudes que la frialdad, el egoísmo o el interés mercantil adulteren la hermosa labor de sanar enfermos y salvar vidas.

Hace siglo y médico francés decía que "no hay persona sana, sino mal diagnosticada". Puede que fuera el pionero de la Medicina Preventiva. Hay otra prevención generalizada: la humanización. Y ahí estaremos, cada día. Todos los días.  

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