Por Medicina Responsable
28 de marzo de 2025Cuando era un niño, Rolando Pajón le dijo a su profesora que quería ser científico y ella le respondió que “eso” no era un trabajo. Para el pequeño, esa contestación supuso un disgusto, pero más a su abuela que no dudó en presentarse en el colegio y hablar con la maestra. La conversación que mantuvieron ambas no traspasó las cuatro paredes del aula de aquel pequeño colegio de la ciudad cubana de Bauta. La que sí salió fue la profesora con un discurso totalmente diferente: “Rolando, tú puedes ser lo que quieras”.
Y fue lo que quiso: científico. Un científico que ha escrito su nombre, no sólo en la historia de la medicina, sino en la del mundo. Rolando Pajón es uno de los creadores de la vacuna contra la Covid-19 de Moderna.
Hace cinco años logró el hito que todo vacunólogo desea, pero muy pocos consiguen: salvar el mundo. “Es un sueño para nosotros y entramos en este campo pensando en eso. Dedicamos muchas horas y estamos mucho tiempo lejos de nuestras familias, aun siendo conscientes de que la probabilidad de que ocurra eso es bajísima”, dice a Medicina Responsable.
Él rompió las expectativas en un momento clave, y hoy recuerda que lo logró gracias a una de las decisiones más importantes que tomó en su vida; salir de Cuba. “En 2017 escapé de mi país para avanzar profesionalmente y que mis hijas tuvieran oportunidades”, recuerda el científico.
En poco tiempo, el vacunólogo ya estaba trabajando en la empresa estadounidense de biotecnología Moderna y, a los tres años, dirigía el equipo que iba a crear la vacuna contra la Covid-19.
Pajón cuenta a Medicina Responsable que en aquel momento el enemigo no era el virus, sino el tiempo. Un tiempo que en una situación normal se hubiera prolongado 10 años, pero se redujo a meses. “En 72 horas ya teníamos el genoma del virus gracias al trabajo de investigadores de China, Australia, Inglaterra… Conocíamos a qué familia pertenecía y empezamos a trabajar con la maravillosa tecnología del ARN mensajero”, explica el vacunólogo.
A partir de ahí, se trabajó en las tres fases que todo estudio científico requiere. En la uno, en marzo de 2020 y con unos 40 voluntarios, para estudiar la seguridad de la vacuna. En la dos, un mes más tarde y con cientos de personas, para evaluar su eficacia. Y en la tres, en junio y con miles de voluntarios, con el fin de valorar su protección. “Esta última etapa tuvo grandes retos. Participaron desinteresadamente unas 30.000 personas y no tuvimos problema en reclutarles. La gente quería. Para mí, son héroes y una parte muy importante de este logro. Su contribución fue fundamental. Sin ellos no hubiéramos podido avanzar tan rápido”, subraya el científico.
Una rapidez que se tradujo en pocos meses. A finales de 2020, el mundo ya tenía la vacuna contra la Covid-19. Y no sólo eso. También, la certeza de que la tecnología del ARN mensajero empleada es la clave para lograr la vacuna contra el cáncer. “Tiene un gran potencial. Con esta plataforma se van a conseguir terapias personalizadas. Ojalá pudiéramos curar completamente a los enfermos de cáncer. Lo que lograremos será hacer de él una enfermedad manejable a largo plazo”, explica el vacunólogo.
La alegría de descubrir la vacuna contra la Covid-19 vino acompañada por la tristeza de saber que no era bien recibida por todo el mundo y comenzaban a aflorar los negacionistas. “Tú puedes tener la mejor vacuna del mundo, pero si la gente no se la pone… La vacuna no salva, es la vacunación lo que salva”, dice tajante Pajón.
Esta realidad hizo que el científico se planteara dar un giro a su carrera profesional y salir del laboratorio. “He comenzado lo que yo llamo ‘la última transición en mi carrera’. En vacunología lo he hecho todo; investigación, desarrollo, evaluación clínica… Mi próximo reto es trabajar en lograr el acceso, que todas las personas se vacunen. Las vacunas salvan el mundo. Ahora quiero salir a salvarlo”, concluye el científico.