Por Julia Porras, Andrea Martín
5 de diciembre de 2023Son pocos los casos de tumores odontogénicos. Constituyen solo el 5% de los tumores de la cavidad oral. Sin embargo, los llamados ameloblastomas mandibulares, cuando ocurren, son graves porque destruyen hueso, lesionan nervios, desplazan dientes e, incluso, si son grandes, pueden producir la fractura patológica de la mandíbula. En estos casos la solución pasa por reconstruirla mediante un autotrasplante con hueso peroné vascularizado, es decir, con sus venas y arterias conectadas a venas y arterias del cuello o la boca. “Parece imposible que, de un hueso tan recto como es el peroné, se pueda crear una zona curva como es la mandíbula”, explica el doctor Néstor Montesdeoca, jefe asociado del Servicio de Cirugía Oral, Maxilofacial e Implantología del Hospital Universitario La Luz, “pero es casi siempre la primera opción para los cirujanos en estos casos”.
En este tipo de procedimientos es importante definir cuánto peroné se va a necesitar, en qué posición se colocará y cómo se fijará al remanente de mandíbula. Para ello, los especialistas implicados en la operación suelen ser dos equipos: uno está en la pierna y otro en la cara, encargados de hacer la llamada cirugía virtual o planificación guiada mediante guías de corte y de posicionamiento. Una vez extraído el hueso hay que posicionarlo y fijarlo en la mandíbula con material de osteosíntesis diseñado a la medida. El doctor Montesdeoca apunta que “se prefiere el peroné porque es un hueso duro que aguantará la presión que soporta una mandíbula al masticar.”
Las tasas de éxito de esta operación compleja están en torno al 90%. Las primeras 72 horas son clave, porque el colgajo (el hueso de peroné ya empleado para reconstruir la mandíbula) tiene que estar bien vascularizado, es decir, las venas y arterias anastomosadas mediante técnicas microquirúrgicas deben permanecer permeables. El paciente suele estar una semana ingresado tomando dieta blanda, con analgésicos, antibióticos y con la pierna vendada, pero después, en poco más de cuatro semanas, el paciente puede volver a comer y también a caminar con normalidad.