Por Luis del Val
29 de diciembre de 2022Todos los dictadores ocultan datos e información a los ciudadanos, porque para eso sirve una dictadura, entre otras cosas: para hacer lo que al dictador le dé la gana y para que los súbditos se enteren de las mentiras que le cuentan. China es una dictadura y, en China, quien no sea alto cargo del Partido Comunista Chino, ignora cuántos muertos ha habido por el nuevo COVID, cuál es el porcentaje de contagio, etcétera, etcétera. Dos países, Italia y Estados Unidos, ya han tomado medidas e impiden que entren a sus países ciudadanos chinos que no demuestren que no están contagiados del nuevo COVID. De la pandemia que todavía no tenemos dominada por completo, que viniera de China nos enteramos cuando ya unos pocos chinos habían contagiado a un número pequeño de occidentales, pero suficientes para contagiar a millones de personas. Y la epidemia se convirtió en pandemia. Ahora, con la experiencia dolorosa que tenemos, y que nos ha costado luto y sufrimiento, asombra la pasividad de nuestros gobiernos en alertar o tomar alguna medida. La llamada autoridad competente muestra una tranquilidad que parece aspirar a ser incompetente. Pero lo malo es que su incompetencia la podemos pagar llevando nuestros muertos al cementerio. Hay un brote peligroso. Y esto ni es alarmista, ni es un cuento chino.