Por Luis del Val
15 de julio de 2022A principio de los años 20 del pasado siglo, se puso de moda, entre la clase alta y media alta, el sport. Y se jugaba al tenis, se hacían caminatas e incluso había quienes se ponían un traje llamado de baño y se metían al agua y nadaban. La consecuencia de estos ejercicios al aire libre era que el rostro, los brazos, y toda aquella piel que quedaba sin cubrir por la ropa se ponía de un tono más oscuro, lo que hoy llamamos moreno.
Hasta entonces, tener el rostro bronceado por el sol era cosa de peones de labranza, agricultores y gente humilde que no tenía más remedio que trabajar al aire libre. De repente, cambió, y la señorita de familia acomodada, que antaño salía cobijada bajo una sombrilla no fuera a ponérsele la cara como si fuera la de una humilde lavandera, empezó a hacer deporte para ponerse morena. Y, enseguida, las más vagas y los más vagos, simplemente tomaban baños de sol, y parecía que se habían pasado varios meses jugando al tenis. Es decir, que un periodo de treinta-cuarenta años, el estar moreno pasó de ser una seña de identidad de los más pobres a exhibirse como un certificado de que era una persona que podía permitirse marcharse de vacaciones a la playa y a la montaña.
Recuerdo esto que ustedes ya saben, porque son cultos e inteligentes, para no caer en la catetada de tomar el sol en exceso, por los perjuicios que pueden derivarse. La piel tiene memoria, y acumula el sol, y no se olvida del tomado en años anteriores. El melanoma maligno no es una visita agradable, porque mata y, en ocasiones, con mucha rapidez. Es agradable tomar el sol. Pero calcule los peligros. Y usted no tiene necesidad de estar moreno por estatus social. Además, el bronceado dura quince días. Feliz verano. Con sol y con prudencia.