La ley del aborto

Tengo una nieta de dieciséis años. Es alta. Según como se vista, puede parecer que tiene 17. Pues bien, si en un bar le sirven una bebida alcohólica, el dueño del establecimiento podría ser sancionado con una multa que oscilaría entre los 3.000 y los 15.000 euros. Y si, sólo toma una coca-cola, pero en medio del bullicio del local se acerca a la máquina expendedora de tabaco, y hecha unas monedas para adquirir una cajetilla, la multa al sufrido dueño del bar será algo menor, pero podría llegar a 10.000 euros. Pero si mi nieta -no se me pasa por la imaginación- quedara embarazada, y ya se ha aprobado el proyecto de Ley de Reforma del Aborto, entonces podría abortar, sin decirle una palabra a su padre, que es mi yerno, ni a su madre, que es mi hija. 

Este disparate, naturalmente, necesita la complicidad de un médico, que esté dispuesto a practicar abortos a adolescentes de 16 años, y que, antes, se haya inscrito en un registro donde diga que es partidario de practicar abortos a adolescentes de 16 años. Disparate sobre disparate. ¿Por qué se hurga en intimidad de un médico y se le obliga a que confiese su forma de interpretar el juramento hipocrático?  Eso es anticonstitucional, y vendría a ser el equivalente a que los periodistas nos inscribiéramos en un registro donde constara nuestra orientación religiosa o nuestro agnosticismo. ¿Por qué una ley va a destrozar el artículo 14 de la Constitución y puede discriminar entre médicos que aceptan el aborto y los que no ?. 

Lo único positivo de este proyecto de ley es, al parecer, que no es obligatorio que las adolescentes de 16 se preñen y aborten. Menos mal. No es obligatorio.

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