La doctrina Queer

David Reiner, de pocos meses, sufrió una circuncisión mal practicada. A raíz de ello, el investigador John Hopkins, decidió experimentar con el casi recién nacido, y le sometió a una operación de cambio de sexo, y le pusieron de nombre Brenda, y sus padres lo criaron como si fuera una niña. El resultado fue que Brenda, nacido David, intentó suicidarse en varias ocasiones. Alarmados, le informaron de todo, y le sometieron a una faloplastia para que volviera a ser David. El resultado fue que terminó suicidándose a los 37 años. Menos trágico, pero no menos dramático, ha sido el caso, en España, de Ame Guerrero, que creyó a los 13 años que era un chico hasta que, años después, se ha dado cuenta de que  estaba equivocada y afirma que la doctrina queer lo que contribuye es a establecer también arquetipos. 

La clasificación rígida de sexos es un abuso tradicional, pero la frivolidad de que cada cual decida si es hombre, mujer, cuando todavía es menor de edad, es un disparate de grandes dimensiones, y a mí no me importa que quienes nos oponemos al disparate seamos calificados de fachas y retrógrados, porque no lo somos, y, en todo caso, mejor sería ser tachado de facha que contribuir al suicidio de un ser humano. 

Ya no está prohibida la homosexualidad, ni la transsexualidad. Lo que no significa que se introduzcan las dudas y las reflexiones sobre la identidad sexual durante la pubertad y la adolescencia, cuando la revolución hormonal, la falta de experiencia y conocimientos, se unen a la desorientación consustancial al periodo fisiológico y mental. 

Aquí no se trata de ver quién es más progresista, sino de procurar no hacer desgraciado a nadie, y evitar que un ser humano, sin asesoramiento, sin ayuda y sin compañía afectiva, pueda elegir algo que, tiempo después, le lleve al suicidio. A ver si vamos a pasar de la injusticia de la homofobia a considerar que los heterosexuales son una legión de retrógrados. 

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