Por Luis del Val
3 de octubre de 2023Hay un par generaciones en las que, al hablar de la investigación científica, el único nombre de mujer que aparecía asociado a nuestra memoria era el de Madame Curie. Y, encima, en una sociedad tradicionalmente machista, su indudable mérito, su excepcional labor, venía oscurecida por la sombra del marido, como si una mujer, a la hora de ponerse a investigar en el amplio campo de la ciencia, no pudiera aparecer sola. Tras el último premio Nobel de Medicina, ya son trece las mujeres que han alcanzado ese alto galardón y, si añadimos los premios de Física y Química, pasan de la veintena. Es aquí donde se observan los avances de la libertad individual femenina, porque estos premios no son forzados, ni concedidos por equivocada corrección política, sino que son otorgados por el mérito de la persona premiada. A ningún tonto contemporáneo se le ocurriría establecer una cuota de premios Nobel femeninos, porque eso desprestigiaría a esas 23 científicas, que en la Medicina, la Física y la Química han demostrado su inteligencia y su esfuerzo por avanzar en los terrenos del conocimiento y la sabiduría, y, por supuesto, establecería la sombra de la duda sobre las futuras premiadas. Me alegra que el termómetro objetivo del mérito científico muestre una subida de temperatura en el reconocimiento de la mujer. Ahí es donde se demuestra el cambio. Demasiado lento, por supuesto, como todos los cambios sociales. Porque intentar cambios súbitos a martillazos, sólo son buenos para el tonto que piensa que el martillo arregla los problemas.