Por Luis del Val
30 de enero de 2024La primera persona en implantárselo es un tetrapléjico, menor de cuarenta años, y los resultados han sido buenos. Como es necesario que alguien invente el automóvil, para que se redacte un Código de la Circulación, es necesario que se invente el chip para que comiencen a redactarse reglamentos y medidas que preserven los derechos humanos y la ética. Está bien lo del tetrapléjico, pero me temo que igual el chip en el cerebro se lo implantan a un jugador de ruleta y salta la banca del casino, o se lo colocan a un estudiante y se saca el título de ingeniero de caminos en un par de meses. No estoy exagerando, porque ya es posible la manipulación genética para producir seres humanos violentos o, por el contrario, mansos esclavos concebidos para obedecer mansamente. Y eso casi se ha quedado antiguo, porque ya hay partidos políticos que lo consiguen en sus militantes, sin necesidad de manipulación genética. Lo del chip en el cerebro debe reglamentarse, como los partidos de fútbol o el permiso de armas. Porque, como ya hay imprudentes que proponen que a los doce años se pueda cambiar de sexo, a lo mejor, dentro de nada, una niña de doce años puede autorizar que le pongan un chip que la convierta en guerrera suicida o bailarina oriental. De momento, ya es posible, aunque no esté autorizado, ni siquiera en los monos.