Por Luis del Val
24 de febrero de 2023Hace un par de años, un amigo, el doctor Isidro Hernández, que fue anestesista del hospital 12 de octubre, de Madrid, y acompañó mucho tiempo en los trasplantes de corazón al doctor Rufilanchas, me comentó que había descubierto lo cómodo y saludable que era orinar sentado. Me sorprendió en lo anecdótico, y apenas le concedí importancia, pero hay ya estudios al respecto, tanto cuantitativos, como cualitativos. En los primeros nos informan que cada día son más los hombres que han decidido orinar sentados. En los últimos, se insiste en que es más higiénico y, además, ayuda exprimir con más eficacia el contenido de la vejiga. Solían comentar las chicas, que la postura de la micción de los hombres solía denunciar, a simple vista, su escasa puntería. Y, no pocas veces, alguna amiga, la novia o la esposa, en servicios públicos no demasiado limpios, te confesaban lo que envidiaban a los chicos en esas situaciones, porque podíamos hacerlo de pie. A estos datos se suma el aumento de servicios unisex, donde los lavabos son comunes, y hay unas cabinas que cada uno elige, sin distinción de sexo, lo que, naturalmente, elimina los urinarios masculinos, y ahorra espacio. Claro, que surgen situaciones de cortesía cívica nuevas. Vas al lavabo unisex y está ocupado. Esperas. Se alarga la espera. Los deseos de la micción aumentan y, entonces, llega una señora ¿Le cedes el paso? Puede ocurrir que quedes como una persona galante, pero, si la agraciada con la gentileza tarda excesivamente, a lo peor vuelves a orinar de pie, por pura incontinencia y sin quitarte la ropa. Puede que les parezca de escasa importancia, pero creo que estos pequeños cambios denotan, la aceptación de que nuestro cuerpo no es angélico, y el abandono de rancios símbolos de masculinidad, que, por ahora, siguen manteniendo los perros, donde hembras y machos mantienen las posturas que antes eran tradicionales para los seres humanos.