Niños y psiquiatras

Nadie pretende quitarle el trabajo a psiquiatras y psicólogos, pero el porcentajes de niños españoles atendidos, o en espera de ayuda de esas especialidades, me parece alarmante. Y lo primero que a cualquier persona se nos viene a la cabeza es que algo estaremos haciendo mal, porque los niños no nacen trastornados. Y son muy resistentes. He conocido a personas judías que, de niños, anduvieron por campos de concentración, y sobrevivieron sin psiquiatras y sin psicólogos. Es probable que nos estemos equivocando en dos cosas: en evitar las frustraciones y en proporcionarles más teléfonos móviles que tiempo de conversación y compañía. Como huido de la Enseñanza, sé muy bien, que la educación básica consiste en un entrenamiento para las frustraciones del futuro. Y frustración puede ser que llores de hambre de bebé, y no esté el pecho de la madre de manera inmediata, o que pretendas que los Reyes traigan un regalo que la situación económica no aconseja. Trasladado esta obsesión peligrosa a no frustrar, tenemos un sistema de enseñanza que evita incluso los exámenes, con lo que no estamos preparando a nuestros hijos para la vida, porque la vida, precisamente, es un examen continuo: en el trabajo, en la familia, en la sociedad. Si a esta situación institucionalizada en toda España, añadimos otros factores, como ridiculizar a quienes no hablen exclusivamente en una sola lengua, la catalana, como ocurre en Cataluña, y se amenace, y se obligue y, además, en una proyección lógica los niños tengan base para practicar su crueldad, nos tropezaremos con una niña de 12 años que se suicida, porque hablaba con acento argentino y era perseguida en las aulas y en los recreos. Algo estamos haciendo mal. Todos. Pero en Cataluña parece que es más intenso con la ayuda del fanatismo lingüístico.