Congreso Canarias

Es muy difícil que nos evadamos de los prejuicios, porque nos asaltan a lo largo de toda la vida: a los enfermos, a los médicos, a los pacientes, y a cualquier ciudadano. Un prejuicio nos incita bien a favor, bien en contra, sobre una actividad,  una profesión, un gremio, incluso una nacionalidad.  

Y debo confesar que, cuando, hace años, apareció la figura del gerente de hospital, se suscitó en mí un prejuicio que alimentaba una cierta animadversión, o rebeldía, o desconfianza. ¿La burocracia en algo tan complicado como la salud? Poco a poco, la realidad se impuso, y no tuve más remedio que reconocer que un hospital es una empresa, y en toda empresa hay un gerente. Y he ido conociendo a algunos. Y he llevado a cabo algún trabajo periodístico, y me he dado cuenta de que ese prejuicio se ha ido neutralizando y que, entre los gerentes, como entre los periodistas o los médicos, los hay de dos clases: buenos y malos. 

Estos días, en Canarias, se reúnen los gerentes, en un congreso nacional, en Las Palmas. Allí intercambian su experiencia, problemas, posibles soluciones… Se han reunido con el inusitado suceso de una epidemia, que puso patas arriba todo: los hospitales y la sociedad. Siempre puede pasar lo que no pasa nunca, y esa premisa no es mala para un congreso. Les deseamos suerte de una manera casi egoísta, porque si les va bien a ellos, si vislumbran mejoras, o prácticas enriquecedoras, nos beneficiaremos los usuarios, que somos todos, porque en cada persona sana hay un enfermo en potencia. ¡Ah! y que se diviertan algún rato. Solazarse es positivo para la mesa del día siguiente. Estarán más descansados, más ilusionados. Y perdón, de nuevo, por el egoísmo: Feliz Congreso.

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