Por Luis del Val
12 de septiembre de 2022Creer que la mayoría de los ricos son buenas personas y la mayoría de los pobres peligrosos, sería una monstruosidad semejante a la de afirmar que la mayoría de los empresarios son malas personas y la casi totalidad de los trabajadores decentes y sacrificados en el cumplimiento del deber. O al contrario. El caso es que, ante las debilidades y egoísmos de los que tienen más poder, somos beligerantes y madrugadores, mientras que las pequeñas estafas, escaqueos, y pilatunas de los trabajadores nos pillan más perezosos, porque, al fin y al cabo, tienen poco poder, poco dinero y puede que, si llevan a cabo pequeñas estafas, será porque les explotan.
Pero el absentismo laboral en España nos cuesta 37.000 millones de euros. Digo “nos cuesta”, porque aunque una parte de la baja laboral la abone el empresario, otra parte, muy importante, la pagamos nosotros, el resto de los españoles, seamos empresarios, trabajadores, músicos contemplativos o amos de casa.
El absentismo laboral para que sea legal precisa de la autorización del médico, quien, ante la duda, y para evitarse problemas, opta por certificar la baja. Entre los problemas no está sólo el de que negarle la baja pudiera suponer un empeoramiento del aparente trabajador sano, que sería responsabilidad del médico, sino, también, las amenazas, broncas e incluso agresiones físicas, más frecuentes de lo que sería lógico en un país civilizado. ¿Y saben ustedes quienes son los que menos recurren al absentismo laboral? Los andaluces. ¿Y saben quienes aparen como más vagos? Ha acertado: País Vasco y Cataluña. Debe ser que el nacionalismo no sólo estropea el cerebro, sino las ganas de trabajar.